El diario Violeta de Carlota by Lienas

El diario Violeta de Carlota by Lienas

autor:Lienas [Lienas]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Grupo Planeta
publicado: 2016-06-23T16:00:00+00:00


Más tarde, también yo se lo he explicado a Marcos. Lo que había hecho Jacinta era aplicar la regla de la inversión. Entonces era muy evidente la tontería que había soltado el masajista... ¡aunque, tal vez, él continuaba sin verla!

Hablo con la abuela para notificarle que Marcos me ayuda a escribir el diario feminista.

—¡Fantástico!— contesta la abuela.

Cuando le cuento la anécdota de Jacinta, la abuela me contesta que, desgraciadamente, el físico es, por regla general, una de las únicas características de una mujer que se valora socialmente. Y, por aprendizaje, las mujeres acostumbran, también, a sobrevalorarlo, por lo que se pasan la vida intentando gustar.

Y yo no puedo dejar de recordar los sinónimos del diccionario, que se refieren a la belleza o a su falta.

—Cuelgo, abuela.

Marcos tiene noticias, ya se ve.

Está plantado delante de mí con las mejillas rojas y los ojos brillantes.

—¡Alucina, maripili! He descubierto un anuncio en la tele que es machista en estado puro, como dirías tú.

—¡Uf! Casi todos lo son —le contesto.

—¿Ah, sí?

—Oh, por supuesto, microbio: señoras que compiten para ver quién tiene la ropa más limpia, como si en el mundo no tuvieran nada más interesante que hacer, o no pudieran hacerlo también los señores. Por otro lado, esos señores, incapaces de poner una lavadora, sólo por ser propietarios de un coche potente y carísimo se ligan a una señora estupenda, que tira las bragas por la ventana porque, por lo visto, es tan tonta que un coche caro ya la excita.

—Ya veo, de acuerdo —dice Marcos, cabizbajo. De repente alza la vista y me vuelve a mirar con ojos brillantes—. ¡Eh! Pero éste es más grave, porque no es de gente mayor, sino de niñas.

—A ver —le animo para que me lo explique.

—Es un anuncio de una muñeca que se llama «muñequita Finita», y es tan delgada como su dueña, una niña esquelética.

—¡Anorexia!* —digo yo con un hilo de voz. En clase tuvimos una compañera con esa enfermedad y llegó a tener un peso tan bajo que tuvieron que ingresarla en un hospital; de lo contrario, habría muerto.

—Exacto. ¿Y quieres saber qué dice el anuncio? «Muñequita Finita. Si no le das de comer, adelgaza, adelgaza y se vuelve delgadita.» Por lo visto, lleva entre los pelos un mecanismo mediante el cual le cambia la forma del cuerpo, que adelgaza como si estuviera anoréxica.

—¡Qué fuerte, tú! Mandémosle un mensaje electrónico a la abuela para explicárselo.



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